‘’Lo peor no es perder en el ring sino ser ignorado en la
calle’’ Es la frase que enmarca Bernardo Caraballo, aquel viejo boxeador
cartagenero recordado por su astucia en el ring y sobre todo por los shows que
hacía en él.
Se narra una historia de un boxeador en medio de aquella
Cartagena racista y excluyente del siglo xx, donde solo había espacio para dos
tipos de personas, los ricos y los que eran como él. Embolando zapatos fue como
este hombre desde temprana edad comenzó a ganarse unos pesos para tener por lo
menos con qué comer. Pero llegó el momento en el que este decidió tomar otro
rumbo para su vida, hacer lo que realmente quería, pelar en un ring de boxeo.
Es de admirar como este hombre cuenta con mucha alegría lo
bueno que la pasó siendo como boxeador, muy conocido por sus extravagantes
pintas que usaba dentro y fuera de los ring de boxeo. Colores chillones, piel
de animales, mesclas exóticas, entre otros… Así fue como Caraballo quería ser
recordado.
Cabe rescatar que nunca se olvidó de sus raíces, de donde
venía, y siempre era consiente de donde estaba y hacia a donde iba, y como
actuaba y porqué lo hacía. Es imposible no sentir orgullo por este deportista
que dejó bien en alto el nombre del país y por su buen sentido del humor y como
se nombró anteriormente por su extravagancia.
Hoy, Caraballo es un hombre diferente, porque se ha dado
cuenta del cambio de la sociedad, para él la moda se volvió un ‘’carnaval’’ ya
cualquiera puede vestir con colores chillones, desde la clase más baja, hasta
la más alta.
En cambio cuando el imponía su moda, era para resaltar a su
gente, que había una cultura negra reprimida ante la exclusión racista de aquel
siglo xx y que se mantenía en pie de lucha.
Hoy Caraballo descansa y recuerda con honor aquellas buenas
glorias en su casa, al lado de su esposa de toda la vida, la que siempre estuvo
junto a él, sentados en la terraza, contándole anécdotas a cualquier transeúnte
que presente una curiosidad de saber quién era el gran Bernardo Caraballo.
SERGIO MEJIA
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